El mejor regalo, 21 años después...
Este año, los Celtics -Danny Ainge- apostaron a un todo o nada; llegaron Kevin Garnett y Ray Allen para acompañar a Paul Pierce. Un Big Three rodeado de secundarios fichados por el mínimo salario posible. El resultado, de momento, no ha podido ser mejor: mejor récord de la regular season, campeones de la Conferencia Este y, por tanto, finalistas.
En la costa opuesta, los Lakers tuvieron que sobreponerse al mal ambiente producido por la no llegada de fichajes. Kobe Bryant, su gran estrella, hace un año pidió públicamente el traspaso. Los dueños de la franquicia lo pusieron en el mercado... Al final todo se quedó en nada. Empezó la temporada y al equipo se le veía un peldaño por encima con una buena aportación de Kobe, de Odom y de Bynum. Pero la llegada de Pau Gasol al equipo marca un antes y un después en el devenir de la temporada. Con el chisterazo de Mitch Kupchak la liga se convulsionó. Todos los general managers se quedaron boquiabiertos con la operación entre Lakers y Grizz.
Ahora, 21 años después, los aficionados ochenteros tenemos ante nuestros ojos la ocasión de volver a rememorar viejos enfrentamientos entre los dos equipos más potentes de la historia de la NBA. El regalo que más podíamos desear los seguidores de la mejor liga del mundo. Gracias.
Anoche, los Celtics dieron una nueva lección de competitividad. Ganaron otra vez en el Palace de Auburn Hills. Y lo hicieron tirando de Big Three. Paul Pierce -el jugador con más corazón de los verdes- se fue a 26 puntos (8 de 12) y 8 rebotes; Ray Allen va despertando y añadió 17 tantos; y Kevin Garnett, a pesar de fallar dos tiros libres en el último minuto que pudieron haber costado caros, añadió 16 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias.
En los Pistons, Chauncey Billups se fue a 29 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias. Lo intentó todo, pero al igual que el equipo, se desfondó al final. Richard Hamilton (21), T. Prince (10) y Sheed (4 y 10, con 2 de 12 en el tiro) no pudieron hacer nada, terminaron fundidos y tirando triples inútiles sin convicción, a pesar de no estar lejos en el marcador. La historia estaba con Boston y el guión decía que Detroit se quedaba una vez más a las puerta de las finales.
Las imágenes tras el pitido final son para el recuerdo. Paul Pierce fuera de sí, emocionado, abrazado a Doc Rivers. El resumen perfecto de la travesía del desierto de los verdes. Un camino de espinas que Pierce ha transitado en su integridad. Al genial alero se le veía que no cabía en la piel. Muchos sinsabores, mucho esfuerzo y ninguna recompensa... hasta ayer. Nadie como él representa el orgullo verde. Y uno se emociona cuando ve a un deportista ejemplar conseguir eso por lo que lleva toda la vida trabajando.
Sí, eso también se puede extrapolar a dos grandes profesionales como Kevin Garnett y Ray Allen, claro. Pero su vida de verde es más reciente. Ellos llegaron para lograr esto y lo han hecho. Pero Pierce es un hombre de la casa.
En el recuerdo, como no podía ser de otra forma: Arnold 'Red' Auerbach. Va por el más grande. Seguro que el Rojo se está fumando, allá donde esté, el mejor de sus puros. Qué usted lo disfrute.