Hace 16 años que Hank Gathers perdió la vida sobre el parqué. Un ataque cardiaco en mitad de un partido segó la vida de un prometedor baloncestista. El alero de Loyola Marymount es uno de tres únicos jugadores de la historia capaz de liderar los apartados de puntos y rebotes de la NCAA. Sólo Xavier McDaniel, Kurt Thomas y él han sido capaces de lograrlo.
El 9 de diciembre, el anotador tuvo un desvanecimiento en pleno partido. Quedaban 13:56 para el descanso. Gathers fallaba un tiro libre y a continuación se iba al suelo. Tras unos intensivos reconocimientos, los médicos le permitieron seguir con la práctica del baloncesto después de faltar a sólo dos partidos. Eso sí, volvía bajo estricto control y con una medicación que ayudara a corregir una arritmia cardiaca. El 4 de marzo del 90, Loyola Marymount jugaba las semifinales de la West Coast Conference ante la universidad de Portland, en el Gersten Pavilion de Los Angeles. El alero lograba un espectacular mate, volvía hacia posiciones defensivas y chocaba su mano con sus compañeros tras anotar. Poco después, Gathers se llevaba las manos a las rodillas en señal de intenso dolor y, a continuación, se desplomaba sobre el parqué en medio de fuertes convulsiones. En la cancha se le trató de reanimar y camino del hospital se le practicaron masajes cardiacos, pero una hora y cuarenta minutos más tarde el jugador moría. Gathers tenía 23 años recién cumplidos.
"Rebotear con el corazón" La carrera de HankGathers en LMU fue gloriosa. Sus 2.490 puntos no han sido superados por nadie. En su periplo con los californianos promedió 28 puntos (con un 59 por ciento en tiros de campo) y 11 rebotes y formó una dupla letal con su compañero y amigo Bo Kimble. En su tercera campaña, el alero fuerte firmó unos sensacionales 32,7 tantos y 13,7 capturas, cifras inalcanzables para ningún otro jugador del baloncesto universitario. El jugador no dudaba en señalar que “cualquiera puede anotar 30 puntos si se concentra en ello, pero rebotear es especial, porque es algo que se hace con el corazón”. Una afirmación conmovedora tras conocer el desenlace vital de un atleta de 2.01 y 95 kilos, un jugador con claro potencial NBA, con un duro pasado en los ghettos de Philadelphia y con un futuro esplendoroso.
Los aficionados al basket no olvidan el nombre de Loyola Marymount a pesar del paso de los años. El equipo era una máquina letal de anotar y en la campaña 89-90 los Lions lograron más de 100 puntos en 28 de los 32 partidos que disputaron. Kimble anotó nueve veces más de 40 puntos. Y Gathers, seis. Además, éste llegó a atrapar la friolera de 28 rebotes en un encuentro. El entrenador de los Lions era Paul Westhead, que más tarde iba a dirigir a Los Angeles Lakers.
En aquellos días, los equipos rivales no sabían nunca a quien tratar de parar, si a Hank o a Bo. Los tiros llovían desde cualquier posición y las posesiones de balón no duraban más de 10 segundos. Era un homenaje constante al basket ofensivo y el ritmo frenético contagiaba a unos rivales que se mostraban incapaces de seguirlo. Muchos compararon a este conjunto con los Denver Nuggets de Fat Lever, Alex English, Walter Davis o Calvin Natt, en versión universitaria.
En las retinas de muchos seguidores aún permanecen aquellos partidos de casi 300 puntos, como uno ante LSU, con Shaquille O’Neal, Stanley Roberts y Chris Jackson. El 147-145 final de aquel choque deja bien claro cómo se desarrollaba un encuentro; el espectador no podía despistarse ni un instante, en diez segundos uno se podía perder tres mates… El espectáculo era el que mandaba y todos se divertían: jugadores y aficionados.
El homenaje de Bo Kimble Tras la muerte de Gathers, Bo Kimble se encontraba destrozado. Su compañero y amigo ya no estaba junto a él. El escolta decidió entrenar el lanzamiento de tiros libres con la zurda, la mano buena de Hank. Los lanzamientos de personal fueron una cruz para el alero durante años, pero a base de mucha práctica consiguió que el lunar dejara de serlo. Por ello, Kimble optó por homenajear a su alter ego de esa forma: lanzaría así siempre el primer tiro libre de que dispusiera. Cuando le llegó la oportunidad, Kimble se cambió el balón de mano y el silencio inundó las gradas. Todos los allí presentes sabían lo que allí se estaba conmemorando. Meter el lanzamiento o no era lo de menos, pero el homenaje fue perfecto y el tiro subió al marcador. El emotivo momento forma parte, por derecho propio, de la historia de la NCAA, junto al tiro de Michael Jordan ante Georgetown o la suspensión de Keith Smart ante Syracuse.
En 1990, Loyola Marymount entró en el torneo final como undécima cabeza de serie en el Oeste. En su camino aparecían duros escollos como Michigan -el vigente campeón-, la imparable UNLV y otros conjuntos como Louisville, Arizona y Alabama. El primer encuentro de los californianos era ante New Mexico State, sexto cabeza de serie. Los de Paul Westhead iban a superar a su rival por 111-92. El siguiente oponente fue Michigan. LMU dio toda una exhibición y anotó 145 puntos, incluidos 84 puntos al descanso, una anotación imposible para muchos en todo un partido. El triunfo metía a los Lions de manera más que brillante en los llamados Sweet Sixteen.
Alabama, séptimo favorito, que venía de superar a Arizona, esperaba ahora. Wimp Sanders, técnico rival, confiaba en la defensa de su equipo para parar el vendaval de Loyola Marymount. El encuentro fue una batalla de principio a fin, pero cayó del lado de los de Westhead por 62-60. La Final Four quedaba a un sólo paso, pero los Running Rebels de Jerry Tarkanian iban a poner fin al buen juego y al homenaje constante a Gathers. El 131-101 fue claro. Pero es que los Larry Johnson, Anderson Hunt y compañía fueron mucho equipo aquella noche.
Reggie Lewis, una muerte similar Tres años después de la muerte de Hank moría Reggie Lewis, estrella de los Celtics de Boston, mientras practicaba el tiro. Los dos tenían problemas de corazón, se les había dado permiso médico para jugar y se encontraban bajo medicación. Algunos señalan que es posible que los dos hubieran dejado de tomarla para no descender su rendimiento o que, al menos, habían reducido las dosis.
El doctor Roger Blumenthal, director del Henry Ciccarone Center para la Prevención de las Dolencias Cardiacas señaló que Gathers tenía una “cardiopatía hipertrófica que le ‘engordaba’ el corazón. Este problema predispone a la muerte súbita”. La familia Gathers denunció a la universidad y obtuvo 2,4 millones de dólares como indemnización, pero la demanda civil contra dos médicos fue rechazada. El jugador había contratado un seguro médico de un millón de dólares siete meses antes de su muerte, pero éste sólo era por invalidez, no por muerte.
Final Shot, la película sobre su vida Como suele suceder en Estados Unidos, toda buena (o mala o desgraciada…) historia tiene su película. En este caso lleva por título “Final Shot: The Hank Gathers Story”, se rodó en 1992 y la dirigió Charles Braverman. En el film, protagonizado por Victor Love, Nell Carter, Duane Davis y George Kennedy, se deja claro que el jugador adoptó la decisión de no tomar su medicación ya que ésta le hacía más lento y le mermaba en sus facultades para jugar a su nivel. Las dudas siguen rodeando un caso que terminó de la peor manera posible, con la muerte del joven ídolo.
Su número, retirado En la actualidad, los números 44 de Gathers y el 30 de Kimble están retirados.En la ceremonia de homenaje a los dos jugadores, Kimble señaló que los mejores momentos de su vida fueron “aquellos en los que jugué con Hank. Cuando pienso en Loyola, pienso en él, en lo bien que lo pasábamos y en como dominábamos el juego y ganábamos”. Con ellos dos, su equipo logró dos títulos de la West Coast Conference y alcanzó los Elite Eight (ronda previa a la Final Four), una semana después de la muerte de Gathers. Kimble se erigió en ese año en el máximo anotador de la competición.
16 años después, Hank Aaron Crump es quizá el mejor legado que dejó Gathers. Fruto de su relación con una mujer con la que no llegó a casarse, Hank mide cerca de 2.00 y juega en High School, donde muchos de sus rivales no saben nada de su relación con el mito de LMU. “Mi madre dice que camino igual que él y que es espeluznante verme en la cancha por el tremendo parecido”, señala. Hank Aaron no tendrá fácil llegar al nivel de su padre, pero eso no es lo más importante para él.
P.S. Esta historia la publiqué en Marca.com hace unos años. En la actual apenas he cambiado un par de cosillas.