Ayer, lunes 18 de mayo, pudimos ver la última entrega de
The Last Dance, los dos últimos episodios de los diez que conforman la docuserie de Netflix sobre el último año de la carrera de
Michael Jordan y aquellos Bulls dirigidos por Phil Jackson. Si no has podido verla, te recomiendo que dejes de leer y la veas.
Más allá de los aspectos que a cada uno le parecerá que no se tratan a fondo o que quedan muy en segundo plano hay muchos que sí merece la pena destacar.
-Queda claro que
Michael Jordan era un
competidor voraz, un depredador. Estar en su equipo era muy duro, por su enorme nivel de exigencia hacia él mismo y hacia los demás. En la serie queda claro que era implacable, obsesivo, cañero y que no se callaba nada de lo que le pasara por la cabeza aunque eso pudiera hacer daño. La cera que le da a Jeery Krause es tremenda. La chapa que recibe Scott Burrell año tras año es insufrible para alguien que no tenga su paciencia.
Jordan llevaba a sus compañeros al límite. Les exigía que hicieran las cosas a su máximo nivel. Steve Kerr y John Paxson sabían como pocos que ese balón que te llegaba para un tiro liberado solo tenía un objetivo: que la metieras y si podía ser de tres puntos, mejor.
-Está claro que el nivel de Jordan en los seis anillos es tremendo. Pero no lo es menos el de algunos de sus
compañeros. Scottie Pippen, Ron Harper, Tony Kukoc o Dennis Rodman eran jugadores de máximo nivel, muy bien dirigidos por el tío Phil, quien sacó de ellos el máximo. Sí me llama la atención la nula presencia de Craig Hodges en los diez episodios y la muy escasa de Luc Longley. Está claro que a MJ no le debían caer nada bien.
-
Scottie Pippen tiene mucha presencia en la serie. Normal. El fiel escudero de Michael hizo muchísimo por los Bulls, pero su contrato nunca estuvo a la altura de lo que él ofreció a la franquicia. Está claro que
Pip prefirió un contrato largo y amarrategui y se equivocó. Pero también es obvio que eso es mérito de Krause, quien sacó todo de él por poco más de dos millones al año.
-Por lo que dice Jordan en el último episodio, queda claro que todos hubieran optado por ir a por el séptimo anillo. Pero
Jerry Krause decidió que no, que era el momento de no sobrepagar y de reconstruir. Aunque eso provocó la salida de Phil Jackson, que sí recibió la oferta para seguir un año más, la retirada de Jordan y el traspaso de Pippen. El
general manager tocó techo con aquellos logros. En el documental aparece como alguien acomplejado y maltratado por Jordan y Pippen. Bajo nuestro prisma actual, el trato que ambos le dan les supondría la expulsión o sanción en cualquier franquicia.
-El papel de
Dennis Rodman en la serie es muy importante. El díscolo ala-pívot encajó muy bien con Jackson. Jordan y Pippen. Se le exigía darlo todo en la cancha... y se abría la mano bastante con la permisividad con su peculiar vida personal. Lo que está claro es que, más allá de sus idas de olla, desapariciones y viajes a Las Vegas,
El Gusano trabajaba duro en el gimnasio y ofrecía defensa, rebote y enorme intensidad al equipo. Un personaje único. Un reboteador legendario. Un gran complemento para el equipo.
-La historia de amor-odio hacia
Tony Kukoc queda bien plasmada. Cómo le pusieron a prueba antes de incoporarse, jugando contra Croacia en Barcelona 92; cómo sufrió Pippen que el nuevo llegara cobrando más que él; cómo las pasó Pippen en aquella jugada diseñada para Tony y no para él. Sin embargo, el propio croata siempre ha dejado claro que el espigado escolta de Arkansas siempre fue de los que más le ayudó.
-La importancia para Jordan de un
referente paternal. Primero, como es obvio, en la figura de su padre, que juega un papel clave en toda su carrera. Y, tras la muerte de este, en la figura de uno de sus guardaespaldas: Gus Lett.
-Me encanta ver cómo un idolazo como Jordan se tiene que poner él mismo
los cordones de sus zapatillas nuevas. Le humaniza. Uno siempre pensaría que alguien le haría ese 'trabajo', pero no.
His Airness se pone sus propios cordones, una labor tediosa donde las haya. Con ese momento siempre frustrante en el que crees haber terminado, pero en el que compruebas que un lado tiene el cordón mucho más largo que el otro.
-Siempre nos han vendido el paso de Michael Jordan por las Ligas Menores de
béisbol como un fracaso. Sin embargo, los que saben de este deporte, valoran que alguien de 31 años, que lleva sin jugar a ese deporte desde los 18 años, sea capaz de jugar y de terminar haciéndolo a un nivel aceptable como algo imposible para cualquier mortal. Incluso algunos expertos que empezaron criticándolo duramente terminan por reconocer que de haber seguido jugando hubiera tenido hueco en las grandes ligas. Lo que está claro es que su paso por los Barons de Birmingham dejó grandes beneficios al equipo, con llenos hasta la bandera en su estadio y una repercusión que nunca más tuvieron.
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