2.1.12

¿Maravich? ¿Cousy? ¿Nash? No, Ricard Rubio

Las comparaciones unas veces son acertadas; y otras, no, pero no siempre son odiosas. En la NBA cuando llega un jugador nuevo siempre se suele hablar de a quién puede llegar a parecerse en el mejor supuesto y en la peor versión. La primera es generosa y la segunda, cruel. Ricky Rubio está en boca de todo el mundo. Y algo une a los analistas: todos ven que se trata de un jugador especial.

Y lo es porque Ricky destila magia en sus acciones. Sus compañeros quieren estar con él en cancha porque saben que el balón siempre les llegará en el momento oportuno y en las mejores condiciones.

Kevin Love lo sabe muy bien; Anthony Tolliver no se ha visto en otra similar; Derrick Williams alucina con lo que el español mejora su juego ofensivo; y J.J. Barea es feliz a su lado, tirando y penetrando a toda velocidad.

Desde hace años, Ricky ha sido comparado con Pete Pistol Maravich. Sin duda alguna su aspecto físico guarda similitudes; incluso esa capacidad para manejar la bola y la magia para pasar es compartida. Pero poco más. Pistol Pete era una máquina de anotar. Y Ricard no tiene ningún tipo de obsesión anotadora.

Delonte West, después de que sus Mavs cayeran ante los Wolves, no dudó en compararlo con Bob Cousy, el mítico 14 de los Celtics. Quizá tenga detalles del Houdini of the Hardwood, claro. A fin de cuentas, The Cooz era un pasador tremendo y nadie en la historia de los Celtics dio tantos pases de canasta como él. Pero Ricky acaba de llegar, y sólo ha empezado a escribir su historia en la liga.

Y algunos le han comparado con Steve Nash, con Jason Williams, con Rajon Rondo... Todos geniales, todos capaces de levantarte del asiento, todos tremendos pasadores. Unos, buenos tiradores. Otros, discretos o incluso flojos.

En todo caso, tiempo al tiempo. Lo cierto es que el único con el que es comparable Ricky es con él mismo, con Ricard.

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